Ficha Nº3: Mons. Antonio Brasca
· Los primeros años
Pío Brasca y María Baiocco, ambos de origen italiano se radicaron en la zona rural de Cañada de Gómez donde trabajaron la tierra
[1]. Antonio Alfredo, nació en su casa paterna el 13 de agosto de 1919
[2]. “Cursó la enseñanza primaria en una escuela de la pequeña población de Salto grande (Santa Fe) y a poco de concluir el sexto grado hizo su ingreso al Seminario de Guadalupe, el 8 de mayo de 1932”
[3].
· Camino hacia el sacerdocio
Recibió las llamadas “ordenes menores” del lectorado el 20 de setiembre de 1941 y del acolitado el 15 de marzo de 1942; ambos en el Seminario Metropolitano Nuestra Señora de Guadalupe.
Recibió el subdiaconado el 20 de noviembre de 1942 en la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe (Santa Fe) y fue ordenado diácono el 14 de marzo de 1943.
· Ministerio presbiteral
La ordenación presbiteral se celebró el 18 de diciembre de 1943, en la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe (Santa Fe). El mismo día se les extendieron las “Licencias Generales” para celebra el Santo Sacrificio de la Misa predicar, confesar personas de ambos sexos, absolver los casos reservados, aplicar a los moribundos la indulgencia plenaria y bendecir imágenes.
[4] “Celebró su primera Misa en el pueblo cordobés de San Antonio de Litin, donde accidentalmente residían sus padres. Casi de inmediato el flamante sacerdote fue designado Cura Teniente en la Basílica de Guadalupe y allí permaneció dos años cumpliendo paralelamente la labor parroquial con la cátedra como profesor de Castellano e Instrucción Cívica en el Seminario. En 1945 fue designado Cura Párroco en Barrancas, continuando en esas funciones hasta 1959 en que fue nombrado titular de la parroquia de María Juana. “No fue necesario mucho tiempo para que Mons. Zazpe descubriera el talento y especiales virtudes del entonces párroco de María Juana y cuando debió ausentarse a Europa para asistir a las distintas etapas del Concilio Ecuménico II, le confió la atención de la Diócesis”
[5]. El 4 de mayo de 1967 es nombrado al frente de la vice-parroquia Nuestra Señora de Fátima en Rafaela (manteniendo su cargo de Vicario General)
[6]. Así reflejaban los medios su paso por Rafaela: “Cuando llegó a nuestra ciudad era prácticamente un extraño y el único conocimiento que se tenía de él era por alguna de sus funciones en la Diócesis en ausencia de su titular. Pero, al poco tiempo de residir entre los rafaelinos, sin proponérselo él, la población fue advirtiendo el peso de su personalidad, de humilde siervo de Dios, inteligente, de sacerdote virtuoso, buen orador y sobre todo, mostrando una prenda personal muy preciada: la humildad”
[7].
Creada el 10 de abril de 1961 la Diócesis de Rafaela, Mons. Vicente Zazpe, su primer Obispo, designa el 14 de enero de 1962 el primer “Cuerpo de Consultores”
[8] (que realiza la función semejante al actual “Consejo Presbiteral”) integrado por los presbíteros Marcos Tacca, Antonio Brasca, Antonio Bonini, Francisco Scotto, Normando Corti, Quintín Porporatto y Juan Sudic. El 22 de enero es designado como primer presidente del cuerpo el Pbro. Antonio Brasca
[9].
Es encargado de transmitir las directivas pastorales de Mons. Zazpe, quien deberá ausentarse de la Diócesis en diversos períodos para tomar parte de las sesiones del Concilio Vaticano II. A través de ellas, según resoluciones del Obispo, anuncia la obligatoriedad del uso del ritual bilingüe en toda la Diócesis, la promoción de las misiones rurales y medidas tendientes a la revitalización de los movimientos laicales a la vez que el fomento de espacios de encuentro y oración entre sacerdotes, junto con recomendaciones en orden a las nuevas disposiciones litúrgicas; al igual que la conformación del Consejo Pastoral de la Diócesis.
[10].
Jura como Vicario General en 1965
[11]. “mereciendo desde entonces el tratamiento de ‘monseñor’”
[12].
· Obispo de Rafaela (1969 y 1976)... “Y exaltó a los humildes”
Monseñor Zazpe es nombrado Arzobispo Coadjutor de Santa Fe en agosto de 1968. En su Carta Pastoral de despedida manifiesta: “Un nuevo Obispo vendrá y lo hará por el camino que yo recorrí: el de la Providencia. El Señor lo atraerá; a Él lo representará y por Él asumirá la conducción diocesana. Les pido que encuentre, desde su llegada, la actitud de fe , de afecto filial y de colaboración generosa que yo encontré (...)”
[13]
Según testimonio de integrantes del Clero joven, “cuando Monseñor Zazpe fue trasladado a Santa Fe los reunió a todos los sacerdotes para preguntarles qué tipo de Obispo querían como sucesor suyo” y “por unanimidad le dijeron que tenía que ser alguien que continuara la misma línea (de renovación conciliar) que él había comenzado, alguien que no retrotrajera la Diócesis a una orientación pre-conciliar; que tuviera su mismo estilo de relación con el pueblo, con los religiosos y sacerdotes: de diálogo y sencillez”.Y añaden luego, “ciertamente no fuimos defraudados con Mons. Brasca”
[14].
Designado por el Papa Pablo VI como obispo de la Diócesis de Rafaela fue ordenado el 16 de marzo de 1969. La celebración se realizó en la Catedral San Rafael. “Ante la expectación general hicieron su entrada, desde la puerta principal, Mons. Brasca y sus consagrantes”
[15]. “El consagrante principal fue Monseñor Vicente Zazpe teniendo como auxiliares a Mons. José Marozzi y Mons. Italo Di Stefano (obispos de Resistencia y Roque Sáenz Peña, respectivamente, quienes en años cercanos actuaron como Cura párroco el primero y Cura Teniente el segundo en la Iglesia parroquial San Rafael)”
[16]. Habiendo sido ordenado “Mons. Brasca, acompañado de sus consagrantes, recorre el pasillo central, ida y vuelta desde el altar, bendiciendo por primera vez a su pueblo”
[17].
Al poco tiempo de asumir como Obispo diocesano realiza importantes cambios en la distribución del clero
[18] teniendo en cuenta determinados criterios:
· Promoción de las zonas subdesarolladas de la Diócesis en su aspecto social y religioso.
· Descentralización de funciones en virtud de la diversidad diocesanas en su aspecto humano y demográfico.
·
Exigencias de los diversos aspectos de la Pastoral ambiental y para mayo contacto con las bases y sus comunidades humanas
[19].
Muy práctico, organizado y prolijo, lleno proyectos, a la vez que no perdía de vista la centralidad del cultivo de la relación humana; aseguraba que valía más “la pastoral de la amistad que la pastoral de la sola organicidad”
[20]. Inmediatamente puso en marcha una serie de retiros y reuniones con distintos equipos diocesanos, a la vez que prepara variadas temáticas tratadas por el Concilio: Imagen de Dios, misión de la Iglesia, antropología bíblica, los desafíos que presenta el marxismo, la humanidad de Cristo, las implicancias del Concilio Vaticano II para la vida de la Iglesia, Cristo en las cartas paulinas y en los Padres de la Iglesia, la vida religiosa en la Iglesia, la Iglesia como Misterio, como Sacramento de Salvación; el mundo, el hombre y sus tareas, la misión de la Iglesia, interpretación de los signos de los tiempos, el riesgo del secularismo y del espiritualismo, espiritualidad sacerdotal, matrimonio abierto a Dios, aspecto personal de nuestra incorporación a Cristo y a la Iglesia, el matrimonio y Cristo.
o Relación con los sacerdotes
Es su deseo encontrarse con todos los sacerdotes. En abril de 1969 les dirige una carta en la que los invita para mayo a realizar un curso
[21] sobre los puntos fundamentales del documento de Medellín como paso previo para poner en marcha en la Diócesis un plan mínimo de acción pastoral
[22].
El ministerio sacerdotal mismo fue objeto de reflexión. En marzo de 1971 Mons. Brasca convocó por medio de su Vicario Episcopal de Pastoral, Olivio Tacca a una reunión del Presbiterio. Se desarrolló durante dos días (20 y 21 de abril) en la casa parroquial de Villa Rosa. Este tema era el que se trataría en el Sínodo de Roma... para el cual se recogía la “voz del episcopado” y del “presbiterado”. Además el temario fue enriquecido con otros ítems: Consejo Pastoral (definición, funciones, su integración); situación económica diocesana (modos de enfrentar los desafíos); Ejercicios Espirituales (ofrecidos a quienes quieran hacerlos libremente); reuniones presbiteral (la conveniencia de seguir o no realizándolas, su obligatoriedad o no, la cantidad a convocar por año). El trabajo fue realizado en base a exposiciones, mesas redondas y puestas en común. Otros temas que ocuparon la agenda de la jornada: la participación de los laicos en la celebración de los sacramentos; celebración diaria de la Santa Misa aún sin asistencia de fieles; celibato; ordenación de laicos casados; reducción de sacerdotes al estado laical; redistribución del clero; sostenimiento económico del sacerdote; preparación para el sacerdocio; sacerdote y política
[23].
Durante ese mismo año (1971) se llevó adelante en el mes noviembre otra jornada de reflexión con temáticas como “Teología de la Iglesia”; “Iglesia Popular”; “visión política actual del país y su interpretación cristiana” . Además de los sacerdotes la invitación se abrió a laicos y religiosos
[24].
En consonancia con la preparación de la Iglesia Universal al Año Santo de 1975, en enero de 1974 Mons. Brasca convoca nuevamente a todo el clero a un encuentro a realizarse dos meses después, porque cree necesario “que se pongan en común los pensamientos, sentimientos y acciones que hacen (incluyéndose él también) como sacerdotes y pastores” del Pueblo de Dios apelando a una participación que no sea “obligatoria” pero sí movida por “el sentimiento de unidad y amor hacia la Iglesia”. Monseñor desarrolló el siguiente programa: breve exposición sobre la Iglesia diocesana en el panorama general de la Iglesia; los hechos que definen a nuestra Diócesis: las reuniones del clero, las reuniones diocesanas de pastoral, las declaraciones y documentos, las actividades parroquiales, las visitas pastorales, el Consejo presbiteral, el grupo diocesano de reflexión pastoral, los seminarios de catequesis, la admisión y salida de sacerdotes, las nuevas formas de ministerio sacerdotal. Además se reflexionó acerca de si estos hechos favorecen o impiden la unidad; si se daban entre los sacerdotes acuerdos o discrepancias fundamentales; cómo se sentían, personalmente y como cuerpo sacerdotal
[25].
Para mayo del mismo año vuelve a convocarse al Clero para realizar una reflexión bíblica común (en base a Hechos 14, 8-20), para revisar los últimos decretos dictados en la Diócesis (la creación del Secretariado Diocesano de la Fraterna Ayuda Cristiana, los estatutos del Consejo presbiteral, sobre la creación del Consejo de Administración Diocesano y sobre la Semana de Estudio del Clero Diocesano), revisando el nivel de compromiso en su aplicación y su necesidad o no de actualización o supresión
[26].
El ritmo de encuentros no se detiene. El mismo año en setiembre convoca al Clero a un retiro espiritual en el que se analizan temáticas como la secularización (que, aunque “incipiente” según advierte Mons. Brasca, es un “fenómeno nuevo, sobre todo en lo que se refiera a la evangelización (...) y a los ministerios en servicio del mundo secularizado”); cómo se da esta secularización dentro y fuera de la Iglesia, concretamente en la Diócesis de Rafaela, cómo se inserta la Iglesia en este proceso y cómo afronta el futuro; y algunas salidas concretas a esta situación
[27].
En los primeros meses de 1975 realizó la visita “Ad limina” donde presentó a la Santa Sede un panorama de los últimos cinco años de la Diócesis. Según sus propias palabras quería que este informe sea “un fiel reflejo de lo que realmente sucede, de lo que hacemos y de lo que no podemos hacer en la Pastoral Diocesana; por eso no queremos prepararlo desde la Curia sino que pedimos informes a las instituciones y personas que están directamente en la tarea pastoral”
[28]. Explicó a los fieles el sentido de su visita y cómo los involucraba a todos: “es un acto humilde de adhesión filial a la Cátedra de Pedro y al Supremo Magisterio de la Iglesia, en comunión de fe; es también una forma directa que el Santo Padre tiene para conocer la realidad de nuestra Diócesis y su conducción pastoral, para orientarnos, corregirnos y alentarnos en nuestra vida de cristianos...”
[29].
A pesar de este viaje, 1975 no fue menos exigente que el año anterior, en cuanto a las jornadas previstas con los sacerdotes. Antes de su partida el obispo los reunió al Clero en la Sala-Biblioteca de la Catedral San Rafael, y presentó el Plan Pastoral para todo el año y la labor del Presbiterio (fechas de Ejercicios; jornadas de Pastoral y otras reuniones).
A esto se suma, notable y paradójicamente, que junto con la vitalidad que Mons. Brasca imprimió a la labor diocesana comenzaron a aquejarlo graves problemas de salud... los cuales, dramáticamente irán sucediéndose hasta desembocar pocos meses después (a mediados de 1976) en su partida a la Casa del Padre.
Días antes que fallezca Mons. Brasca puede decirse que existían dos grupos diferenciados dentro del Clero: el Clero joven y el resto de los sacerdotes. Sin embargo, según testimonio de los mismos integrantes del Clero joven estas diferencias consistían en “factores como la edad, formación y cercanía con la línea pastoral del Obispo que establecen intereses, expectativas y actitudes pastorales diversas”. Gracias a la acción conciliadora de Mons. Brasca durante todo su episcopado (que entonces estaba por tocar a su fin) no se dieron “enfrentamientos entre sectores dentro del clero diocesano” y la relación de casi la totalidad con el Obispo y de sus integrantes entre sí había llegado a ser de “gran cordialidad” habiendo “aprendido a respetarse y valorarse”
[30] mutuamente. Como los mismos sacerdotes reconocen, fue fruto de un largo camino en un tiempo de muchas turbulencias. El Clero joven se identificaba profundamente con esta línea pastoral que era, según ellos mismo describen, la seguida por “Pablo VI, el Concilio Vaticano II y Medellín”. Reconocían como la labor de Mons. Brasca incluso “ayudó a superar crisis sacerdotales que en otras circunstancias hubieran sucumbido ayudando a vivir con alegría el ministerio”. Los sacerdotes declaran que Monseñor los “ayudó a sentirse hijos de la Iglesia y no sospechosos de infidelidad; a sentirse parte de una comunidad viva y no huérfanos de toda paternidad en la Fe y en el Amor”
[31].
o La relación con los laicos
Ante todo debe señalarse que la intención de Mons. Brasca fue siempre la promoción del laicado. Él, en sintonía con el Concilio Vaticano II, concebía que esta promoción era importante “para la renovación de la vida de la Iglesia y la acción salvífica del mundo (...)”. Expresaba con claridad el lugar que ocupa el laico en la Iglesia y su relación con la jerarquía: “Como pueblo de Dios, que es uno, los laicos con la jerarquía, son la Iglesia. Por lo tanto gozan de la común dignidad de hijos de Dios. Una sola fe, una sola esperanza y una sola caridad en Cristo. Hay una diversidad de funciones y de ministerios dentro de la unidad del Cuerpo de Cristo. Por lo mismo, los derechos y responsabilidades en cuanto a la misión de la Iglesia son recíprocos. Y participan de la misión salvadora de la Iglesia. Por el bautismo y la confirmación se hacen sujetos de derechos y responsabilidades, que es necesario reconocer y aceptar. Señalaba con fuerza que la unidad “es el signo que debe resplandecer en las relaciones jerarquía-laicado”. Unidad, sobre todo, en “el fin, el bien común de la Iglesia: la gloria de Dios en Cristo Salvador”. Pero esta unidad exige: “aceptar cada uno nuestras propias limitaciones en lo humano y en la función que se cumple; unidad en la acción que implica valorar y respetar los laicos la función sacerdotal, profética y de gobierno de la Jerarquía” y ella “valorar lo que es propio de los laicos en el apostolado religioso, promoviendo y dirigiendo los distintos tipos de apostolado: reconociendo la necesaria libertad en los métodos, en la planificación y en la organización, permitiendo una sana opinión y escuchando pareceres y criterios en lo que se refiere al bien de la Iglesia, considerarlos como adultos y no como niños, preferir a veces que se equivoquen dándoles responsabilidad y confiando en ellos antes que permanezcan pasivos reprimiendo sus iniciativas (nunca exigir obediencia ciega, sino inclinar a la obediencia humana)”
[32]. Monseñor añade también la necesidad de “unidad en la totalidad de la Iglesia: en la visión misionera y universal de la Iglesia; la parroquia en la Diócesis y la Diócesis en la Iglesia Universal dejando de lado el espíritu localista y la rivalidad”. Además, “unidad en la caridad que es el presupuesto para el diálogo y exige mutua comprensión, respeto, valoración de opiniones, de temperamento, que no haya críticas destructivas sino lealtad y sinceridad”
[33].
o Su obra
Monseñor Brasca expresaba sintéticamente la perspectiva que tenía acerca de la misión de la Iglesia, con estas palabras: “anunciar que la Vida venció a la muerte en la Persona de Jesús, el Hijo de Dios entre los hombres, y ser instrumento de ese Jesús Resucitado, que sigue liberando hoy a los hombres”
[34]. Esta convicción y preocupación se expresó en las diversas áreas eclesiales en las que actuó como Pastor.
Los medios de comunicación reflejan la obra que llevó adelante entre los creyentes y en la sociedad. “Fue fecundo su accionar a favor de la comunidad cristiana que estaba bajo su jurisdicción. Fomentó y trabajó incansablemente con instituciones que trataron de llegar a los más necesitados, a través de organizadas ayudas materiales. Cumplió con el mandato divino de llevar una palabra de aliento a quien la precisara y de aportar esfuerzos que mitigaran el dolor ajeno. Su figura siempre fue respetada en la ciudad y fueron muchas veces elogiadas sus indicaciones mesuradas y sensatas”
[35].
Emprendió personalmente campañas a favor de los más necesitados. De su propio puño firmó notas de pedido para distintas colectas: de materiales para comparar mantas y colchas para personas de condición humilde; leche en polvo y otros alimentos, ropa y calzado, útiles escolares, libros, utensilios y vajillas de cocina para las escuelas rurales de la zona norte del Departamento 9 de Julio
[36]. Las campañas también se extendieron a las distintas parroquias. Cáritas comenzó a aplicar una acción, no sólo de ayuda inmediata sino también un plan de promoción humana como “el único camino idóneo para colocar a los sectores marginados en el rol de sujetos activos del cambio social”
[37]. Cáritas Diocesana, además, se comenzó a organizar por grupos de trabajo regionales, intentando formar dos en el Departamento Castellanos, dos en San Cristóbal y tres en el Departamento 9 de Julio. La tarea de cada grupo era “dar solución a los problemas sociales (al alcance de Cáritas) en la respectiva localidad o zona”
[38].
También se promovieron dos importantes iniciativas con incidencia en el campo social: la lucha contra el alcoholismo y la evangelización penitenciaria. Junto con otras instituciones se proponían objetivos como: reducir y prevenir el alcoholismo; una intensa campaña de educación del público sobre el problema; promover el conocimiento, la difusión y la multiplicación de los grupos de Alcohólicos Anónimos
[39]. Para la segunda iniciativa se creó la Comisión Diocesana de Ayuda al Detenido que tenía por objetivo asumir la cuestión de la “situación de los detenidos y sus posibilidades de rehabilitación”
[40]. En esta línea proponía iniciativas como asegurar la salubridad e higiene de los lugares de detención o alentar la compra de productos elaborados por personas detenidas en la Alcaidía de la Unidad Regional V de Policía en Rafaela.
En otro campo, también se llevó adelante el Programa de Acción Pastoral “Matrimonio y Familia” prioridad, especialmente, en el bienio 1975-76 acoplándose al Plan Nacional, del mismo nombre, llevado adelante por la Conferencia Episcopal Argentina. Constaba de tres etapas: conocer la realidad (estudio a nivel diocesano, regional y nacional de la situación del matrimonio y la familia, reconociendo aspectos positivos y problemas); fortalecer los ideales (adecuar el programa a las exigencias que presenten las circunstancias, fortalecer los ideales y ofrecer estímulos permanentes a nivel cultural, social y religioso que permitan a las familias su realización humana y cristiana); intensificar la evangelización (que las familias profundicen su fe, que logren una mayor calidad de vida humana y cristiana y se integren más activamente en la comunidad; la familia evangelizada y evangelizadora)
[41]. Los agentes naturales eran quienes formaban los núcleos familiares. El obispo proponía a los párrocos conformar además un equipo, grupo o comisión encargados de la ejecución del plan
[42]. Entre los desafíos que reconoce se enumeran: ataques doctrinarios al vínculo familiar; ejemplos escandalosos que los medios de comunicación; campañas contra la natalidad; falta de cohesión interna en muchas familias; intentos de corromper a la juventud; angustiosas situaciones económicas; pérdida del respeto a al vida (en particular el aborto)”
[43]. Para impulsar esta “reenvangelización de las familias”, buscó la coherencia y unidad pastoral a través de “la coordinación del trabajo de los sacerdotes, religiosos, laicos, Parroquias, Colegios, Consejo Presbiteral, Junta de religiosos, Junta Diocesana de Educación Católica, Junta Catequística, Cáritas Diocesana, Grupos Juveniles parroquiales y extraparroquiales”. Para llegar a la mayor cantidad de familias Monseñor sugirió “el uso de algunos medios tradicionales, como la visita de la Virgen a los hogares, misiones populares, entre otros; pero siempre con un contenido renovado y de acuerdo a la línea pastoral diocesana. Además debe estudiarse la forma de introducir medios nuevos que la técnica ofrece, como la radio, televisión, publicaciones escritas y, en general, los comúnmente llamados medios de comunicación audiovisuales”
[44].
También dio impulso a la pastoral catequística. Afirmaba que “catequizar es ayudar a un grupo de cristianos a descubrir, a la luz de la Palabra de Dios, el sentido que tiene la vida; a comprometerse con la Palabra de Dios en lo concreto de la existencia,; a integrarse en la comunidad eclesial para ser, en ella y con ella, ‘fermento’ en la vida de los hombres”
[45]. Monseñor impulsó en la Junta Diocesana de Catequesis pasos fundamentales hacia la conocida “Catequesis Familiar” promoviendo “reuniones con padre y madres para informar sobre la marcha de la catequesis de sus hijos; madres catequistas de sus hijos; matrimonio catequista, que toma la tarea de educar la fe de su hijo”. A nivel diocesano se tomaron otras iniciativas complementarias para reforzar esta área: Cursos de Verano; Seminarios Catequísticos; Jornadas Anuales de Catequesis; Encuentros Zonales y Diocesanos (medios para intercambiar experiencias, confrontar las tareas y de estímulo mutuo)
[46].
Otro ámbito que fue objeto de su interés fue el educativo. Él aseguraba que “un Colegio Católico debe estar inserto, como Institución intermedia, en la misma vida de la Iglesia y expresarla como comunidad cristiana escolar, incorporándose a la misma actividad pastoral de la Diócesis”. Pone énfasis en “la Catequesis, como responsabilidad común, compartida y permanente de todos los miembros de la comunidad educativa y en todos los momentos de la vida escolar dado el enfoque y la interpretación de la vida del hombre, la ciencia, el mundo y los hechos, desde la Fe; y también como labor específica y sistemática de su programa de enseñanza para el desarrollo y maduración en la comprensión de la fe y los compromisos reales que lleva implícitos”. Planteó la necesidad de la propia capacitación de los docentes para lograr una transformación progresiva del medio educativo en orden a una escuela liberadora (más conforme con el desarrollo integral), creadora (capaz de anticipar el nuevo tipo de sociedad que buscamos en América Latina); personalizadora y activa (que convierta el educando en sujeto de su propio desarrollo, que promueve en él una actitud de aceptación personal de los valores que se le presenten, dentro de un proceso de autoeducación), comunitaria, que produzca el ‘hombre nuevo’ según la imagen de Jesucristo, capaz de transformar el mundo y sus estructuras”
[47].
· Su muerte
La primera semana de febrero de 1976 ingresa al Hospital Italiano de Rosario para una intervención quirúrgica para la extracción de un pulmón afectado con cáncer. En la carta dirigida al Clero por el Vicario General, Pbro. Olivio Tacca, se señala que la intervención “encierra un verdadero riesgo”
[48]. Tras la operación las perspectivas de sobrevivencia fueron bastante buenas. “Sin embargo, un proceso infeccioso obligó a una nueva operación realizada el 6 de abril. Los médicos hallaron una fístula en el sector de los bronquios del pulmón extraído. La cirugía practicada fue sumamente precaria dada la calidad de los tejidos afectados, de tal manera que la fístula podía abrirse en cualquier momento y provocar la muerte”
[49]. Su vida pendía de un hilo.
El 9 de junio fue trasladado a la Casa Provincial de las Hermanas Nuestra Señora de la Misericordia según indicación dada por el obispo. Él estaba “perfectamente interiorizado de la gravedad de su situación” y, “lo acepta con ánimo admirable”. A partir de entonces comenzó un tratamiento con drogas nuevas para intentar revertir el proceso de su enfermedad
[50].
El día 25 de junio su estado se agravó y pidió por segunda vez le sean dados los sacramentos de los enfermos. El pueblo seguía su evolución con plegarias en todos los templos de la ciudad y pueblos de la Diócesis.
[51]
En sus últimos días ya no podía leer, escuchaba con atención el rezo del Santo Rosario y de la Liturgia de las Horas. Sus últimas enseñanzas en el lecho de muerte conmovieron a quienes lo acompañaban:
“Ahora más que nunca siento la misericordia de Dios... Jesucristo vino para salvar a quién se reconoce pecador y no aquel que se cree justificado”.
Partió a la casa del Padre el sábado 26 de junio de 1976 a la edad de 56 años. Falleció la mañana de ese día en Rosario “a las 4:45, rodeado de familiares, sacerdotes y religiosos, a quienes bendijo un momento antes con la sencillez característica de toda su vida”
[52]. El Padre José Tacca expresó que sólo minutos antes del desenlace, con gran presencia de ánimo, había impartido la última bendición, con esa serenidad que únicamente pueden ostentar en el trance de la muerte, quienes han vivido como Dios manda y no le temen a ese Dio a la hora del juicio
[53]. Un “sereno dolor”
[54]acongojó al pueblo la mañana de ese día al tenerse noticias de su muerte.
Los restos de Mons. Alfredo Brasca fueron velados el mismo día en la Catedral San Rafael y fueron inhumados allí el lunes 28 a las 10 de la mañana, previa Misa de cuerpo presente. “La solemnidad del acto litúrgico estuvo presidida por Mons. Raúl Primatesta, obispo de Córdoba y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, contando como concelebrantes a quince obispos y a setenta y cuatro sacerdotes”.
Se conoció luego un dato muy significativo: “hacía once meses Monseñor Brasca había asistido a una catequista de Tostado que había padecido igual enfermedad que él, con tal entereza y tranquilidad de conciencia, que después le hizo expresar un ferviente deseo: ‘Quisiera tener la misma suerte que Ana’”
[55].
Después de la muerte de Mons. Antonio Brasca el Papa Pablo VI nombró Administrador Apostólico a Mons. Vicente Zazpe, quien desempeñó tal función desde el 26 de junio de 1976 hasta el 29 de marzo de 1977, cuando asumió Mons. Casaretto como nuevo Obispo de Rafaela.
· El perfil de un Pastor
De estilo simple y profundo, cercano a la realidad cotidiana... Mons. Brasca enfrentó con esperanza un momento traumático de ambigüedades, contradicciones y conflictos en la vida de la Iglesia y en el mundo. Conservó un estilo de continuo diálogo y reflexión, abriéndose a las diversas perspectivas. Con su carácter sencillo, fresco y alegre, aún a la distancia, en acontecimientos de gran envergadura... mantenía gestos de delicada atención a los detalles de la vida diocesana.
Los medios de comunicación reflejaron la impronta del Pastor: “hombre de acciones transparentes, dinámico y humilde, los feligreses de su Diócesis lo conocieron siempre junto al pueblo, cotidianamente sirviendo y jamás exigiendo ser servido Nunca usó para sus ambiciones personales el poder que su dignidad le otorgaba. Siempre -como Jesucristo, su modelo de vida- estuvo de parte de los pobres, para elevarlos; de los pecadores, para provocar su conversión. Las poblaciones del norte de la Diócesis, las más indigentes y abandonadas, fueron las privilegiadas de su amor de Padre y Pastor. Si alguna vez se equivocó fue por exceso de solidaridad fraterna, pero nunca, por malicia”
[56]. “Pensó en los demás cada momento de su vida. Sufrió por los demás, ofreció sus dolores a Cristo para bien de su pueblo”
[57].
Encarnó aquello que pensaba acerca de su propio ministerio: “‘Todo el pueblo de Dios es portador del Evangelio, por lo tanto responsable; pero el Obispo lo es de un modo eminente, sin tener por eso mayor dignidad. No podría ejercer su misión sin estar en el pueblo y con el pueblo; sin tener un contacto directo, personal, tanto con sus colaboradores sacerdotes, religiosos y laicos, como con la gente. Esto exige una actitud misionera. Una constante movilidad. Un conocimiento cada vez más profundo de su pueblo, de las personas y de sus situaciones y problemas. Debe compartir sus angustias y esperanzas para servirlo en la fe de Jesucristo”
[58]. Su epitafio sintetiza su vida y ministerio: “Hizo suyas las esperanzas de los pobres”.
[1] Cf. La Opinión, “Dejó de existir Mons. A. Brasca”; Rafaela, 26 de junio de 1976.
[2] Cf. Tarjeta con ocasión de la defunción de Mons. Brasca – Archivo Obispado de Rafaela
[3] La Opinión, “Dejó de existir Mons. A. Brasca”; Rafaela, 26 de junio de 1976.
[4] “Licencias Generales” expedidas por Mons. Nicoás Fasolino en la fecha indicada. – Archivo del Obispado de Rafaela.
[5] La Opinión, “Dejó de existir Mons. A. Brasca”; Rafaela, 26 de junio de 1976.
[6] Decreto de esa fecha de Mons. Vicente Zazpe – Obispado de Rafaela
[7] La Opinión, “Dejó de existir Mons. A. Brasca”; Rafaela, 26 de junio de 1976.
[8] Decreto 2/62 de Mons. Vicente Zazpe en la fecha indicada – Archivo Obispado de Rafaela.
[9] Prot. 19/62 de Mons. Vicente Zazpe en la fecha indicada: “habiendo designado los miembros que integran el Cuerpo de Consultores diocesano de acuerdo a los cánones 423 y 424 y debiendo nombrar las autoridades del mismo, de acuerdo a lo mandado por el cánon 424, desgino al Pbro. Antonio Brasca como presidente del Cuerpo de Consultores por el trienio 1962-1965 (...)”
[10] Cf. Carta a los sacerdotes dirigida por el Pbro. Antonio Brasca en ausencia de Mons. Zazpe el 11 de octubre de 1962 con motivo de la apertura de las sesiones del Concilio Ecuménico Vaticano II, del 15 de noviembre de ese año, de noviembre de 1964, del 23 de febrero de 1965 y de agosto de 1966.
[11] Juramento de Mons. Brasca ante Mons. Zazpe y dos testigos (Pbro. Oreglia y Mautino) – Archivo del Obispado de Rafaela.
[12] La Opinión, “Dejó de existir Mons. A. Brasca”; Rafaela, 26 de junio de 1976 – Archivo del Obispado de Rafaela.
[13] Publicado por el Diario “Castellanos” “Carta Pastoral de despedida de Monseñor Vicente F. Zazpe”; el 18 de octubre de 1968 – Archivo del Obispado de Rafaela.
[14] Comunicado de representantes del Clero joven a su Excia. Rdma Mons. Pío Laghi el 14 de abril de 1976 – Archivo Obispado de Rafaela.
[15] La Opinión, “Con la consagración de Mons. A. Brasca ya tiene nuevo Obispo nuestra Diócesis”; 17 de marzo de 1969. – Archivo del Obispado de Rafaela.
[16] La Opinión, “Dejó de existir Mons. A. Brasca”; Rafaela, 26 de junio de 1976 – Archivo del Obispado de Rafaela.
[17] La Opinión, “Con la consagración de Mons. A. Brasca ya tiene nuevo Obispo nuestra Diócesis”; 17 de marzo de 1969. – Archivo del Obispado de Rafaela.
[18] Entre estos cambios: el Pbro. Olivio Tacca, Cura Párroco de Ceres, es designado como Vicario Episcopal de pastoral Diocesana, con asiento en Rafaela; el Pbro. Elvio Luis Mautino, Secretario Canciller, es designado Vicario Episcopal de la Vicaría del Norte y Cura Coadjutor de la Parroquia de Tostado; el Pbro. Raúl Toncoso, Cura Párroco de Hersilia, es designado Secretario Canciller del Obispado; su Vicario Cooperador en Hersilia, el Pbro. Hugo Colloza, es designado como Cura Párroco de Nuestra Señora de Fátima (Rafaela); el Pbro. Guillermo E. Reges como Capellán permanente de Ntra. Sra. de Lourdes en Rafaela, Capellán del Sanatorio Moreno, Director Espiritual del Colegio San José y encargado de la juventud diocesana; el Pbro. Benito Cainelli, Vicario coadjutor de Tostado, es nombrado Párroco de Hersilia; el Pbro. Antonio Navarro, Vicario Cooperador de Ceres, es designado como Vicario Cooperador de Tostado e integrado al equipo sacerdotal al que pertenecían los Pbros. Alcides Suppo y Elvio Mautino; los Pbros. Juan Jaraba y Javier Egaña son integrados al equipo sacerdotal a cargo de la Parroquia de Ceres; y los Pbros. Antonio Parra y Miguel Gonzalez al de las Parroquias de Ataliva y Lehmann; el Diácono Antonio Izquierdo ejercerá su diaconía en Villa Podio, jurisdicción de la Parroquia de Fátima.
[19] Comunicado sin fecha – Archivo del Obispado de Rafaela
[20] Entrevista al Pbro. Elvio Mautino; febrero de 2004.
[21] El mismo tuvo lugar en “El Encuentro”, Ruta 34, a 8 km al norte de Rafaela; comunicado de Mons. Brasca; Archivo Obispado de Rafaela.
[22] El curso trató temáticas puntuales como “Pastoral de Conjunto”; “Renovación de las estructuras pastorales (comunidades cristianas de base, Parroquias, Vicarías Foráneas, Diócesis); avisos y sugerencias sobre el plan de trabajo para la Diócesis durante ese año; documentos sobre justicia.
[23] Cf. Carta de Olivio Tacca clero de la Diócesis de Rafaela; marzo de 1971 – Archivo Obispado de Rafaela
[24] El encuentro estaba previsto para los días 27 al 29 de abril. Cf. Carta de la Secretaria del Equipo Diocesano de Reflexión Pastoral; 10 de abril de 1973 – Archivo Obispado de Rafaela.
[25] El encuentro se realizó los días 11 y 12 de marzo. Cf. Comunicado de Mons. Brasca al clero diocesano; 30 de enero de 1974 – Archivo Obispado de Rafaela.
[26] Encuentro previsto para el día 27 de mayo de 1974. Cf. Comunicado del Secretario Canciller, P. Alcides Suppo, al Clero diocesano del 21 de mayo de 1974. – Archivo Obispado de Rafaela.
[27] Convocatoria al Clero diocesano de Mons. Brasca; 24 de mayo de 1974; – Archivo Obispado de Rafaela.
[28] Convocatoria al Clero diocesano de Mons. Brasca; 6 de noviembre de 1974; – Archivo Obispado de Rafaela.
[29] Carta Pastoral de Mons. Brasca para la Pascua de 1975 – Archivo Obispado de Rafaela.
[30] Cf. Comunicado de representantes del Clero joven a su Excia. Rdma Mons. Pío Laghi el 14 de abril de 1976 – Archivo Obispado de Rafaela.
[31] Cf. Comunicado de representantes del Clero joven a su Excia. Rdma Mons. Pío Laghi el 14 de abril de 1976 – Archivo Obispado de Rafaela.
[32] Apuntes de Mons. Brasca “Para el diálogo entre sacerdotes y laicos”; sin fecha – Archivo Obispado de Rafaela.
[34] Carta de Mons. Brasca a la Comunidad Educativa de la Diócesis; 15 de marzo de 1975 – Archivo del Obispado de Rafaela.
[35] La Opinión, “Dejó de existir Mons. A. Brasca”; Rafaela, 26 de junio de 1976.
[36] Modelo de nota de pedido firmada por Mons. Brasca y suscrita por Hortensia Poggi y Roque Fontanetto; secretaria y director respectivamente de Cáritas Diocesana; 15 de setiembre de 1975. – Archivo Obispado de Rafaela.
[37] Modelo de nota de pedido firmada dirigida a los párrocos y suscrita por Hortensia Poggi, Roque Fontanetto y Omar Vecchioli; 5 de noviembre de 1975. – Archivo Obispado de Rafaela.
[38] Modelo de nota de pedido firmada dirigida a los párrocos y suscrita por Hortensia Poggi, Roque Fontanetto y Omar Vecchioli; 5 de noviembre de 1975. – Archivo Obispado de Rafaela.
[39] Cf. Diario “La Opinión”; “Principios y objetivos del Consejo Argentino del Alcoholismo”; 23 de enero de 1975. – Archivo Obispado de Rafaela.
[40] Diario “Castellanos”; “Dos importantes reuniones hubo en el Obispado”; 16 de abril de 1975 – Archivo Obispado de Rafaela.
[41] Carta Pastoral sobre el Plan Nacional “Matrimonio y Familia” de la Conferencia Episcopal Argentina; 11 de abril de 1975.
[42] Cf. Nota al Clero del obispo diocesano firmada por el Secretario del Presbiterio Olivio Esteban Tacca de diciembre de 1975 y copia del Programa de Acción Pastoral “Matrimonio y Familia”
[43] Carta Pastoral sobre el Plan Nacional “Matrimonio y Familia” de la Conferencia Episcopal Argentina; 11 de abril de 1975.
[44] Carta Pastoral de Mons. Brasca para la Pascua de 1975 – Archivo Obispado de Rafaela.
[45] Carta de Mons. Brasca a la Comunidad Educativa de la Diócesis; 15 de marzo de 1975 – Archivo del Obispado de Rafaela.
[46] Cf. Comunicado de la Junta Diocesana de Catequesis; diciembre de 1975 – Archivo Obispado de Rafaela.
[47] “Carta Pastoral a los Colegios Católicos de la Diócesis” de Mons. Brasca; 28 de julio de 1975 – Archivo del Obispado de Rafaela.
[48] Carta del Pbro. Olivio Tacca al Clero; 4 de febrero de 1976 – Archivo Obispado de Rafaela.
[49] Descripción del estado de saludo realizada por un grupo de sacerdotes del Clero joven a su Excia. Rdma Mons. Pío Laghi el 14 de abril de 1976 – Archivo Obispado de Rafaela.